Excesos y defectos

TODO ORDEN que aspire a la perfección absoluta tendrá siempre un defecto. Como casi siempre, provendrá de un exceso: paralizar el ímpetu de la vida. La excepción es lo que hace que la regla sea lógica. Una democracia regida por el número de votos facilita la proclividad al fracaso. El voto viene ordenado desde arriba, y no desde donde debiera: el nivel que lo emite. La afiliación previa a determinado partido equivoca la emisión de voluntades. Hace poco, aquí, la Mesa del Congreso se vio manejada por la mayoría del PP contra las presiones del PSOE e IU. Se trataba de acusar a Rajoy de mentiroso por su comparecencia –risible– del 1 de agosto. Ni siquiera se votaron los textos que los partidos presentaron. El fin era proteger a Rajoy de su imaginaria defensa frente a Bárcenas, con quien se había dado el pico tanto tiempo. Un Gobierno que tema escuchar a la oposición es una mierda por así decir. Y una oposición sin derecho a ser escuchada, otra. En política, hablar de elegancia sería demasiado; pero hablar de igualdad de oportunidades, no. La desconfianza del PP ante su presidente quedó clara. Ya todo el Gobierno está al nivel de quien lo preside (?). Empezaron mal: sin atenerse a su campaña electoral. Y acabarán peor. A mí me bastará con que se acaben.